”No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu.” Salmos 51:11 Escogí esta frase, pero pude haber escogido muchas otras de este extraordinario y nostálgico salmo. Este cántico es el quejido de un hombre en medio de un arrepentimiento abrumador y crujiente. Adulteró. Conspiró para cometer asesinato en la persona del esposo agraviado, quien combatió muchas veces a su lado siendo contado como uno de sus valientes. El Señor usó a un Profeta para comenzar un trato especial con el hombre de quien dijo...”es conforme a mi corazón”. David nunca había perdido un combate. Tenía La Corona real puesta en su cabeza y un ejército poderoso bajo su mando. Pudo haber ordenado la ejecución del Profeta y la muerte de todo testigo del mensaje que lo delató. En cambio su actitud fue el salmo 51. Pudo rogar a Dios que no le quitara su corona. Pudo haber suplicado que no le permitiera una derrota en los campos de batalla contra sus enemigos. Pudo clamar que no le fuera cortada su inspiración para escribir y entonar salterios. Pero nada de eso pareció estremecerlo. He aquí su quebrantado y humillado ruego... ”NO ME ECHES DE DELANTE DE TI...Y NO QUITES DE MÍ TU SANTO ESPÍRITU“. DAVID PODÍA TOLERAR CUALQUIER PÉRDIDA...EXCEPTO...SU PRESENCIA. Su caída reveló su humanidad...pero fue lo profundo de su arrepentimiento...lo que reveló de qué estaba hecho su carácter. Y USTED...NO TIENE QUE ESTAR DE ACUERDO CONMIGO. Rubén Arroyo...Nadando en el 51.